No, el blog no ha muerto. Esta ausencia se ha debido a que el humilde escritor de este blog ha vuelto por fin a España. En otras palabras, que ya no estoy de Erasmus en La Haya. Tras una estancia de casi 11 meses en los Países Bajos, ya toca disfrutar del calor del verano y de España en general. Sin embargo, al blog todavía le queda mucha guerra por dar, ya que llevo un pequeño retraso con las actualizaciones (y estas últimas semanas han sido hacer maletas y limpiar, así que productividad cero). Sin más dilación, hablemos del ‘museísimo‘ de Amsterdam, también conocido como el Rijksmuseum.
El Rijksmuseum es el museo por excelencia de los Países Bajos (no por nada su nombre quiere decir «museo del reino») y se ha tirado la vida bajo reparaciones, reformas y demás. Sin embargo, el destino (o más bien los trabajadores holandeses) quisieron que abriera justo durante mi Erasmus, y al final, acaba siendo una de esas atracciones turísticas que tienes que ir a ver, por decir que te has visto todo Amsterdam.
Lo primero que debo decir del Rijksmuseum es que es muy grande, pero extrañamente organizado: es un gran edificio que en la práctica puede considerarse como dos, ya que en el medio han construido una enorme pasarela peatonal (que a su vez sirve de entrada). En la planta baja, lo típico: taquillas, compra de entradas, la carísima tienda de regalos… No sé el precio de la entrada, porque entré de gratis con una Museumkaart (recomendada totalmente, por unos 50€ entras gratis a una buena parte de los museos del país, y tal y como están las entradas, en unas 4 visitas está amortizada. También pueden prestártela como a mí, y entonces lo amortizas todavía más).
Hacer un resumen de todo lo que se expone es bastante complicado. Casi todo el museo está dedicado a la historia de los Países Bajos y por tanto a todo el arte relacionado. Por este motivo es normal que aparezcan galerías con arte traído de las antiguas colonias neerlandesas o artilugios propios de la vida en los Países Bajos de hace algunos siglos (como por ejemplo muebles, relojes o casas de muñecas). Obviamente, también está llenito de arte neerlandés, demostrando así que no todo es Vermeer, Rembrandt o Van Gogh (aunque si soy sincero, conozco a esos tres y poco más).
El último piso es sin duda el plato fuerte del museo. Totalmente reformado, es el ‘Salón de la Fama‘ del museo. En otras palabras, todos los cuadros por los que el museo es famoso se exponen allí: La lechera de Vermeer o La Guardia de la Noche de Rembrandt (con un hombre disfrazado de holandés barroco para que te hagas foto y todo). También es la galería más grande y más visitada, y probablemente por la que merezca la pena visitar el museo si no eres de los Países Bajos y no tienes demasiada idea sobre arte neerlandés.
Y eso. Tras una década cerrado, el Rijksmuseum abre sus puertas. Personalmente me quedo con el Prado (¿barriendo para casa? Para nada), pero claro, si fuera de los Países Bajos y hubiera estudiado ése arte, probablemente me hubiera gustado más. Imprescindible si te gusta el arte, quieres verlo todo de Amsterdam o te mueres por La Lechera (el cuadro, no la marca de Nestlé). Por cierto, cuidado con tus horarios de visita: puede formarse cola en las dos entradas. ¡Hasta la próxima!