El pasado 5 de Noviembre (cómo pasa el tiempo) asistí a un concierto de Bon Iver, en el Heineken Music Hall de Amsterdam. Teniendo en cuenta que me perdía el de Madrid por estar a unos 1700 kilómetros de distancia, Amsterdam parecía una alternativa más que viable. Si bien al principio tampoco tenía muchas ganas de ir, acabé cediendo porque compramos la entrada un mes y pico antes (tiempo suficiente para aprenderse todas las canciones que no me sabía) y porque la entrada costaba 36 euros.
En general llegar al Heineken Music Hall no fue fácil. Tuvimos que usar el wi-fi gratuito del tren hacia Amsterdam para buscar una forma de llegar, para acabar bajándonos en una parada situada en el medio de la nada. Se llamaba Heineken Arena, pero lo único que veíamos era una especie de polígono industrial. Que no dejara de llover tampoco ayudaba mucho a orientarse (y mucho menos a motivarse para el concierto). Luego descubrimos que nos habíamos bajado una parada antes de lo debido y por lo tanto no nos íbamos a perder el concierto. (Cuando no ves a nadie a tu alrededor pues te asustas, claro).